El jesuita Tiburcio Arnaiz Muñoz


El Cardenal Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, presidió hoy en la Catedral de Málaga (España) la Misa por la beatificación del sacerdote jesuita Tiburcio Arnaiz, y destacó su “vida espiritual intensa, que encontró su culmen en la oración y en la Eucaristía”.
En la ceremonia, a la que asistieron más de 8.500 personas, el Cardenal Becciu destacó que “el Beato Tiburcio Arnaiz Muñoz, con el intenso sabor de su fiel testimonio del Evangelio hasta el heroísmo, supo impregnar de la doctrina de Cristo el ambiente en el que vivió, contribuyendo así a la misión de la Iglesia en el mundo”.

“El intenso y fructífero ministerio apostólico de este celoso sacerdote e hijo espiritual de San Ignacio de Loyola se ejerció sobre el fundamento de la fe y de la caridad, todo orientado a la edificación de las almas y a la salvación de quienes fueron objeto de su cuidado pastoral”.

El P. Arnaiz nació en Valladolid (España) en 1865, y fue ordenado sacerdote en 1890. Entró en la Compañía de Jesús (jesuitas) el 30 de marzo de 1902. Desarrolló su ministerio pastoral principalmente en Málaga entre 1912 y 1926, año de su muerte.

Realizó una importante catequesis en sectores rurales, dedicando su apostolado a todas las clases sociales. Su entrega al apostolado era tan intenso que en las misiones el hoy beato no dormía en su cama, sino que descansaba sentado en una silla o en el suelo, brevemente. Trataba además de comer poco y rápidamente, para dedicarle todo el tiempo posible a confesar, predicar y atender a los enfermos.

El Cardenal Becciu se preguntó en su homilía: “¿De dónde provenía todo este ardor apostólico del Beato Tiburcio Arnaiz Muñoz? De una vida espiritual intensa, que encontró su culmen en la oración y en la Eucaristía: precisamente de aquí él obtenía la fuerza para poder gastarse sin reservas en el ministerio sacerdotal”. “Esta unión con el Señor, fruto de la fe, era la razón de su esperanza y se manifestaba después en el amor a los demás”, aseguró.

Este milagro permitirá beatificación del “apóstol de los más necesitados”
La curación inexplicable de Manuel Antonio Lucena después de estar más de 10 minutos sin respiración tras sufrir un infarto, ha sido el milagro que permite la beatificación del P. Tiburcio Arnáiz que tendrá lugar el sábado 20 de octubre y a la que está previsto que asistan más de 10 mil personas.

El próximo 20 de septiembre tendrá lugar en la catedral de la ciudad de Málaga (España) la beatificación del P. Tiburcio Arnáiz, sacerdote jesuita conocido como “el apóstol de los más necesitados”. Aunque el futuro beato nació en Valladolid en el año 1865, desarrolló su actividad pastoral en Málaga, en el sur de España.

El proceso de beatificación del P. Arnáiz comenzó poco después de su muerte en el año 1926, pero se vio interrumpido por el inicio de la Guerra Civil en España (1936-1939), y se retomó en el año 1990.

Fue en 1994 cuando Manuel Antonio Lucena sufrió un infarto y estuvo más de 10 minutos sin oxígeno. Los médicos aseguraron que había sufrido un grave daño cerebral que le dejaría secuelas. Lucena explicó a ACI Prensa que por entonces “no era devoto del Padre Arnáiz”, pero que ahora es “un amigo muy especial”. “Me hospitalizaron, yo no recuerdo nada. Al noveno día hospitalizado en los que nadie daba nada por mi vida, mi hermana que era devota del P. Arnáiz, pidió a toda la familia que se encomendaran a él”, asegura.

Su esposa, Encarnita Moya, recuerda con lágrimas en los ojos esos momentos. “Mi cuñada trajo una estampa del P. Arnáiz, y me dijo que teníamos que encomendarnos con mucha fe. Yo no conocía al P. Arnáiz, pero desde ese momento es parte de nuestra vida”, explica a ACI Prensa. Manuel Antonio estuvo más de dos meses hospitalizado en la Unidad de Cuidados Intensivos, porque su estado era muy grave, de hecho le dieron la extremaunción en tres ocasiones.

Pero la familia de Manuel Antonio, y en especial su esposa y su hermana, seguían rezando con muchísima fe al P. Arnáiz. Encarnita asegura que la estampa del P. Arnáiz estuvo todos los días bajo la almohada de Manuel Antonio. Hasta que un día despertó y los médicos no sabían dar explicaciones a esta curación. “Los médicos nos preguntaban si nos habíamos encomendado a alguien, si éramos católicos… Nosotros contestamos que sí, que nos habíamos encomendado al P. Arnáiz”, recuerda Encarnita a ACI Prensa. Manuel Antonio salió del hospital sin ninguna secuela física ni psíquica y los médicos no podían explicar cómo había sucedido.

Por eso la hermana de Manuel Antonio presentó su caso a la causa de canonización del P. Arnáiz, porque ella tenía la seguridad de que su hermano vivía por un milagro producido gracias a la intercesión de este sacerdote.

Después de numerosas pruebas médicas y testimonios de todas las personas que intervinieron en el caso de Manuel Antonio, se envió toda la documentación a la Santa Sede.

El Papa Francisco y la Congregación para las Causas de los Santos certificaron el pasado 18 de diciembre de 2017 que la curación de Manuel Antonio fue un milagro hecho por intercesión del P. Tiburcio Arnáiz.

Testimonio de Beato Tiburcio Arnaiz nos impulsa a ser “misioneros valientes”, dice el Papa

En sus palabras posteriores al rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco recordó la beatificación del sacerdote jesuita Tiburcio Arnaiz Muñoz, fundador de las Misioneras de las Doctrinas Rurales, celebrada el 20 de octubre en la Catedral de Málaga (España).

“Agradecemos al Señor por el testimonio de este celoso ministro de reconciliación e incansable anunciador del Evangelio, especialmente entre los humildes y los olvidados”, dijo el Papa.

El Santo Padre aseguró que el testimonio del Beato Arnaiz “nos impulsa a ser agentes de misericordia y misioneros valientes en todos los entornos”.

“Que su intercesión sostenga nuestro camino”, dijo, para luego pedir un “aplauso al Beato Tiburcio”.